domingo, 13 de junio de 2010

EL RUBIO

EL RUBIO

Aquel muchacho rubio me miraba cada día desde la parada del autobús. Era tan insinuante con sus ceñidos vaqueros y aquella verde mirada bajo las rubias cejas, sombreado por un tejano sombrero, a veces llevaba una brizna de hierba entre sus labios.

Me preguntó: “¿Usted sabe que ahora todo es ecológico, incluido el beso?”. La verdad es que
no me hubiese importado recibirlo aunque, no era el sitio más oportuno, allí delante de personas casi todas desconocidas.

Recuerdo que me provocó una extraña sensación de mujer cosmopolita, aunque no hubiese salido de los límites del país y haber ido lo más lejos, a la luna de Valencia. Soñar, sí que soñaba, con “el sur de California” y con cegar sus verdes ojos. Estaba convencida de mi aspecto de mujer fatal con el cigarrillo entre los dedos, el humo que expelí en ese momento me provocó un irrefrenable ataque de tos. Pregunté.

- ¿Quién es usted?.

- Dicen que soy un chico contra ecológico.

- Eso, ¿qué es?. Nunca he visto esa palabra en mi diccionario.

- Es que eres muy anticuada -me dijo, pasando a tutearme- Antes, yo era el que establecía la relación entre los grupos humanos y el medio ambiente. Todos me acompañaban al finalizar una comida importante, nadie que se preciara permanecía en una fiesta o discoteca sin desprender humo, estaba muy bien visto.

- ¿Y ahora?.

- Ahora todos me abandonan.

- Será por el desodorante – Lo dije, por decir algo y me arrepentí nada más haberlo dicho. Era evidente que él con su pose no lo necesitaba.

- No, no es por eso, prefieren extasiarse con pastillas que son más limpias para el ambiente y más rápido el deterioro. Yo que soy pacifista y para demostrarlo he envuelto las palabras beligerantes en humo, he acercado las manos encendiendo amores. Ahora, me han declarado la guerra y, de verdad, soy ajeno a los intereses de unos y otros. Ellos son los que me han convertido en adictivo añadiéndome sustancias peligrosas.

Estaba tan absorta fumando el cigarrillo, que el autobús ecológico pasó de largo, sin detenerse y al acelerar la marcha atropelló a la vecina del número 299, quién para no tener que saludarme e inhalar el humo, se había bajado de la acera unos metros más allá.

Desde entonces dicen de mí.
- ¡Bah, es alguien que salvó la vida por fumar!.

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Mayo 04/ 2010 /R.J.M.

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