viernes, 9 de septiembre de 2011

RITA LA CANTAORA



¡Hola amig@s! Como much@s de vosotr@s sabéis, al finalizar el relato sobre la existencia y el vivir sin vivir de “Perico de los Palotes”, les prometí hacer averiguaciones sobre otro personaje de vital importancia en nuestras vidas: Rita la cantaora.

Desde entonces, mi amiga Carmen, no voy a desvelar a cual de la media docena de amigas Cármenes me refiero. Prefiere quedar en el anonimato, una rara aspiración, en los tiempos que atravesamos, donde quién más quien menos, prefiere dar “tres cuartos al pregonero”, y si es saliendo en la tele mucho mejor, porque así se lleva una pasta gansa por contar que se ha acostado con el hermano primo de un jeque árabe, pero, no, esta es una Carmen muy decente, que me persigue para que cuente lo que le pasó a Rita la cantaora. Incluso, me ha amenazado con retirarme el pago en perlas, que, dicho sea de paso, no sé si serán falsas, porque el jeque se las trajo de regalo cuando estuvo en la China mandarina y ya se sabe que allí lo copian todo.

Como les iba diciendo, que aún no se lo he dicho, mi amiga Carmen estaba empeñada en que la crónica de Rita la Cantaora la finalizase con ser pareja de hecho, derecho y lecho, nada menos que con Perico de los Palotes. Le dije que nones, que prefería perder las perlas, eso no podía ser; cada cual es cada cual, y seis son media docena. Por si éramos pocos, llegó nuestro amigo Manuel y dijo que él, de quien había oído hablar era de Rita la "Calentera", y ahí sí que me puse en pie de guerra. No existía ni una duda razonable, esa sí que no había existido. Manuel recapacitó, buscó entre sus neuronas y dijo que probablemente, era cantaora. Carmen y yo nos hicimos cargo de que Manuel sufría una confusión mental, sin duda, debido al recalentamiento de la sesera por el sol que hay siempre en las Pitiusas.

Llegada a este punto y para no dejarme influenciar por amigos afectados por el calor y aprovechar que el personal andaban o nadaban casi todos en las vacaciones agosteñas; decidí iniciar la investigación. La primera sorpresa fue saber que Rita la Cantaora: existió. Vamos que era de carne y hueso y no un fantasma o una leyenda.



Rita Giménez García, nació en Jerez de la Frontera (Cádiz), en 1859 y falleció en Zorita del Maestrazgo (Castellón), en 1937. Es decir que anduvo cerca de la costa levantina, aunque con esa edad ya no estaría para muchas alegrías y mucho menos para ciertos rituales. ¿Habría tenido algún amor juvenil en la zona, o simplemente llegó allí, huyendo de las revueltas calles madrileñas?. Arrojos no le debían faltar, ya que su última actuación había tenido lugar, cuatro años antes en el Café Magallanes, participando en un festival benéfico junto a otros veteranos, grandes figuras del cante jondo. Tenía setenta y cuatro años, cuando se hizo una foto, en la que muestra la falda de su ultima actuación.

Rita La Cantaora, se dio a conocer en su ciudad natal con dicho apodo, pero como nadie es profeta en su tierra, salvo raras excepciones, se vino a trabajar a Madrid. Actuó en los cafés cantantes de la época, actuó en el Café Romero, junto a La Macarrona y Juan Breva. En 1906 figuraba en el cuadro flamenco de El Café del Gato, actuando junto a Fosforito el Viejo y la Coquinera; después a lo largo de los años veinte, con Manuel Pavón y Manuel Escacena.
Es curioso, que no habiendo alcanzado grandes escenarios, llegara a hacerse tan famosa. Los cafés cantantes de la época eran locales donde se ofrecían pequeños espectáculos de flamenco, para atraer a los clientes que consumían allí sus bebidas. Hay quien dice que la frase: ¡Eso, pídeselo, a Rita la Cantaora!, proviene de la facilidad con que la cantante se arrancaba a cantar y bailar, malagueñas. soleares o bulerías. Cada vez que algún espectador se lo pedía.

Rita, fue una gran folclórica, no sólo tenía una gran voz, también bailaba en sus propias actuaciones con mucho arte. Puede que la frase provenga de ahí. ¿Entonces, por qué tiene ese carácter negativo? Cuando utilizamos la frase con su nombre, y, han transcurrido bastantes décadas desde que viviera Rita, la decimos para significar que uno mismo no hace o no quiere hacer lo que ese verbo expresa. ¡Cuéntaselo a Rita!. ¡Que se lo coma Rita!. Me inclino a pensar, que como sugieren otras personas, la frase: “Eso se lo dices a Rita la cantaora” empezó a utilizarse en su propia tierra, como si fuese un insulto, algo así como: ¡Déjame en paz y vete con viento fresco! Tal vez, porque como decía antes: Nadie es profeta en su tierra. Y las envidias son muchas y muy malignas.

Ahora, amigas y amigos, los que han abandonado las olas del Mare Nostrum y se encuentran en el maremagnum de su ciudad, saquen ustedes sus propias conclusiones. Por cierto que me he ido al pueblo y allí he vuelto a oír su nombre, alguien gritaba: ¡Riitaaa!
He vuelto la cabeza y he visto que el pastor llamaba a unas ovejas que se alejaban del rebaño. Pensé. ¡Va a ir, Rita la cantaora! Me he alejado para realizar el rito de tomarme un café con hielo a la sombra del ciruelo, mientras agosto se nos va con aire calenturiento.



Rosa del Aire/R.J.M./31.8.11

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