Si hay algo que me enorgullece, es haber tenido amistades de la más variada condición social y edades. Mi amiga y poetisa Antonia Villalón, me comentó: Tengo una amiga que tiene mas de ochenta años, tiene una gran cantidad de poemas y quiere publicarlos, pero necesitan una buena revisión. Le he hablado de ti y quiere conocerte, he quedado con ella. ¿Te parece bien?
Ana María Álvarez de Cienfuegos, tenía aspecto señorial se apoyaba en un bastón debido a una reciente operación. Mujer de fuerte carácter, había sido empresaria de múltiples negocios y no admitía fácilmente las réplicas. Durante casi dos años estuve yendo a su casa tres días a la semana. Su hija estaba asombrada, yo era una de las pocas personas que se atrevía a llevarle la contraria y admitía mis opiniones. A veces nos enzarzábamos en una discusión, por un quita de aquí esta palabra, este verso sobra.., pero, cuando volvíamos a vernos, había tomado buena nota y ella misma había escrito a máquina las correcciones del poema.
Ana quería ilustrar la portada y el interior de su libro con diversos cuadros de su primo Antonio Álvarez Cienfuegos, renombrado pintor naïf y acuarelista, afincado en Marbella. Una tarde al entrar en el salón, oí las notas del piano de cola, que siempre permanecía cerrado, la hija de Ana tocaba una pieza y junto a ella, estaba Antonio admirando los progresos poéticos de su prima. Había venido a concretar la fecha de exposición de sus pinturas en la Galería Durán, la más antigua sala de subastas española. Me invitó a asistir a la inauguración, querían tener mi opinión para ver qué pinturas se incluirían en el libro, me sentí halagada. Días después, me entró el desasosiego, Ana me dijo que su primo vendría en el jet privado de un jeque árabe, también vendrían sus amigos Sean Connery y su esposa. Era principios de otoño y hacía frío, ¿qué ropa ponerme?.
- Sé tú misma, - me dijo Ana- tienes más estilo que algunas de las urracas que asistirán. Ponte lo que te pusiste el otro día, cuando fuimos al recital de Antonio Gala.
- Me alegra que hayas venido. ¿Has conocido a mi esposa? - le dije que sí y nos acercamos al grupo él se dirigió a Ana- Vayamos a seleccionar los cuadros, todavía se pueden contemplar sin aglomeraciones.
Al entrar en la sala de exposiciones, apenas había gente, observé un grupo de cinco personas. Dos mujeres muy bellas y jóvenes acompañadas de tres hombres. Uno de los cuales era de estatura mediana, tenía un bigotito recortado y algo obeso. Los otros dos eran altos, musculosos, parecían recién salidos de un gimnasio o de una revista de modelos boys. El señor del bigotito alzó la mano en señal de saludo y se dirigió hacia nosotros, mientras avanzaba, sonreía y destacaba la muela de oro. Antonio, se apresuró a presentárnoslo.
Era su amigo, el jeque árabe, (no recuerdo su nombre) Ana
extendió su mano y se la besó, yo no sabía qué hacer con las mías. Mi
bolso de terciopelo negro con cadena dorada, pieza artesanal y única en
diseño, no era desde luego para exhibirlo, metí la cadena dentro y
lo cambié a la mano izquierda. Cuando el jeque iba a depositar su
ósculo en mi mano, la cadenita resbaló del interior, quedó oscilando
como si fuese un péndulo delante de su bigote. Me quedé paralizada, mis
ojos estaban prendados de las dos enormes piedras que centelleaban entre
sus dedos gordezuelos, al extender su mano; la cadenita arrancaba
destellos, chocaba con el rubí y el diamante. Si retiraba la mano, sería
un desaire que impediría el beso. La frase que había preparado en
francés e inglés, dependiendo del idioma que se hablase, ni las
recordaba, solo sabía decir: ¡Sorry, sorry! No sé si llegué a soltar, un
¡Socorro!, el caso es, que desde el hall llegó un murmullo creciente y
tanto Antonio, como el jeque, dirigieron hacia allí la vista.
- He is Big Tam –exclamaron entre sonrisas.
Ana estaba tan perpleja como yo y preguntó.
- ¿No es Sean Connery?
Su primo soltó una carcajada.
- Sí, sí, es un viejo apodo con el que le llamamos los amigos…,
- He is Big Tam –exclamaron entre sonrisas.
Ana estaba tan perpleja como yo y preguntó.
- ¿No es Sean Connery?
Su primo soltó una carcajada.
- Sí, sí, es un viejo apodo con el que le llamamos los amigos…,
Sean Connery entró seguido de un grupo de mujeres que ya se
habían desprendido de sus pieles y allí estaba yo, esperando a ver que
hacía Ana. La retirada era imposible porque estábamos en un ángulo. Creo
que Antonio estaba la mar de divertido con lo de la cadenita, se
dirigió de nuevo a mí, que en ese momento parecía una quinceañera con el
pavo subido.
- Es un tío fantástico y muy alto, sobresale de todo el mundo. Tal vez pensaba que eso me iba a impresionar y entonces fue Ana la que intervino.
- María Rosa está acostumbrada a las alturas, su marido es igual de alto y fuerte.
- Es un tío fantástico y muy alto, sobresale de todo el mundo. Tal vez pensaba que eso me iba a impresionar y entonces fue Ana la que intervino.
- María Rosa está acostumbrada a las alturas, su marido es igual de alto y fuerte.
Sean Connery se aproximó a nosotros y nuevamente le fuimos
presentadas, en esta ocasión no hizo falta cambiar de mano el bolso, nos
dio un sonoro beso en la mejilla derecha y a punto estuve de darle otro
beso. Recordé que solo se daba uno y que, a veces, sólo se roza la
piel, noté que no tenía ninguna cirugía. Incluso, le solté la frase
preparada para la ocasión, sobre el hecho de que mi marido, era un
admirador y se había visto media docena de veces la película “El
nombre de la rosa”.
- ¡Oh, fantástico! –exclamó en español, con acento indescifrable- En ese caso tendrá que ver también mi última película, “La Roca”.
- ¡Oh, fantástico! –exclamó en español, con acento indescifrable- En ese caso tendrá que ver también mi última película, “La Roca”.
De nuevo fue raptado por la horda femenina, en este caso le
hacían de guardaespaldas, su esposa Micheline y la de Antonio, el grupo
se disgregó ante la llegada de los camareros, con las bandejas llenas de
copas, los cuales tenían un gran sentido del equilibrio.
Me dediqué a mirar detenidamente los cuadros, en general,
estaban más pendientes de la mesa en la que servían el cóctel, que de
las pinturas que colgaban de las paredes. Yo me preguntaba si aquellas
personas tan elegantes y llenas de joyas, habrían almorzado o si estaban
todas a dieta y habían decidido romperla.
Las pinturas abarcaban los temas más diversos, desde un cura
con sombrero de teja mirando hacia el mar. Pensé, terminará mojándose la
sotana. Una colección de peces que parecían estar ensartados y haber
sido objetivo de un taxidermista. Unas acuarelas mostrando el ocaso,
jarrones de flores, óleos de melancólicas mujeres que evocaban a los
impresionistas. Un hermoso gallo, sin más decorado, me acordé de mi
amiga Antoñita, que se rió mucho, cuando días después le conté que el
espléndido gallo me recordó al de su pueblo: Morón de la Frontera.
Detrás de mi, tres señoras cuchicheaban preguntándose quién
sería yo, una de ellas, me tocó discretamente en el hombro.
- Disculpe, querida, ¿no nos hemos visto alguna vez en Marbella?
- No, no lo creo, hace bastantes años que estuve allí.
- Tal vez, -dijo otra de las señoras- nos hayamos visto en La Gran Peña o en el Casino de Torrelodones.
- Lo siento, no suelo frecuentar esos lugares, habitualmente paseo cerca del Parque Conde de Orgaz y por la Esperanza de Canillas.
- Disculpe, querida, ¿no nos hemos visto alguna vez en Marbella?
- No, no lo creo, hace bastantes años que estuve allí.
- Tal vez, -dijo otra de las señoras- nos hayamos visto en La Gran Peña o en el Casino de Torrelodones.
- Lo siento, no suelo frecuentar esos lugares, habitualmente paseo cerca del Parque Conde de Orgaz y por la Esperanza de Canillas.
Las señoras se miraron unas a otras, ¿dónde estaría eso?. En
ese momento, se acercaron dos parejas, ellas eran amigas de
Ana. Cada semana iban a su casa para echar una partida a las cartas, en un par de ocasiones había sido invitada a merendar con ellas para presentarme. En
esta ocasión y después de saludarme dijeron a los demás.
- María Rosa, es la profesora de Ana. -Cubierta la curiosidad, se alejaron.
- María Rosa, es la profesora de Ana. -Cubierta la curiosidad, se alejaron.
Se me hacía tarde y fui a despedirme de mi alumna que
estaba con su hija y nietos. Le dije que ya sabía cuál sería el cuadro
elegido para la portada: el que evocaba a Claude Monet, una joven
paseando por un colorido jardín. ¡Había acertado!. Le pedí que me
despidiera de su primo Antonio.
De vuelta a casa, en el metro, la pareja que iban sentados
enfrente, no dejaban de mirarme, sin duda les hubiese gustado saber en
qué pensaba, porque casi se me escapaba la risa. Me acordé de que no
tenía ni una sola fotografía, todas habían sido hechas a la entrada. Si,
hasta se me había olvidado pedir un autógrafo. Quién iba a creer que
acababan de besarme un jeque árabe, al que casi le arranco la reluciente
muela de oro. Y uno de los más importantes astros del cine mundial
había besado mi mejilla.
Una voz anunció dentro del vagón: Final de trayecto,
Esperanza.
Portada del Segundo libro
Publicado por la A.H.E., Madrid 1997
"Desde que escribo, soy más feliz, me siento realizada. Estoy encima de una nube y soy libre. Hoy al fin consigo ver mi sueño hecho realidad, al editar mi primer libro de poemas. He llegado hasta aquí como una persona de edad que hace poesía, me gustaría seguir como una poeta que no tiene edad".
Ana Mª Álvarez de Cienfuegos Mercadal, en la contraportada de su primer libro de poemas "La rebeldía del Silencio" Pub. Agrupación Hispana de Escritores, Madrid 1996.
Ana falleció en 1998, a los 83 años.
(M.R.J.M.)
2 comentarios:
Es lo que tenemos las personas normales, jamía, que nos pasa una cosa así y nos olvidamos de obtener documento gráfico.
Estamos poco acostumbradas.
:-)
Una delicia el relato, Rosa.
La próxima vez estaremos prevenidas. ¡Ja,ja,já!
Gracias por comentar Vichito
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