viernes, 14 de mayo de 2010

POEMA URBANO



La ciudad inventa su escafandra
con verdes lunas y oxidados espejos,
oculta su faz como una niña temerosa.

Filtra su luz en los suburbios
y engarza los dedos en el sable
que se descuelga hacia el vacío.

Ciñe las esquinas agrietadas
del ocio perseguido por sátrapas,
en la lengua rojiza de la tarde.

Deambula por la hiedra que ciñe
el vientre liso de la pared,
oculta la carne indiferente.

Distrae sus perfiles con señuelos
de amores perdidos, introduce
el reloj en el límite de una cita.

Los rayos engañosos vician
la tristeza que recorre las arterias,
apenas un vaho sobre el cristal.

Sus fuentes permanecen dormidas
entre el musgo que orilla al fauno,
surtidor del agua corrompida.

Como arlequines entremetidos
sobre el fulgor de los charcos,
los ojos escudriñan el llanto.

¿Quién puede temer sus escarnios
cuando el sol imprime sus mordiscos
y se destila concentrado en los poros?

En su afanar diario, la multitud
no lo advierte y llena su chistera,
con centenas de lágrimas extraviadas.

R. J. M. /Mayo 2010
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