domingo, 30 de enero de 2011

HISTORIA DEL OSO ESTOKOLMÉS

HISTORIA DEL OSO ESTOKOLMÉS
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La expedición a las Hoyetas del Domuyo

Estimad@s expedicionario@s a “Hoyetas bramadoras del Domuyo”. ¡Confesadlo!. La excursión a Neuquén que narró nuestra amiga Laura, nos dejó a todos un poco decepcionados, incluida Nieve, nuestra guía. Según Laura, lo más importante que nos sucedió es que fuimos apedreados y perdí mi maravilloso sombrero, pero esa no es toda la verdad.
Sé que nadie se ha atrevido a contarlo, lo realmente importante fue un hecho que se produjo y nos llevó a estar todos entre rejas. Si, sí, lo que leen: Ana R, Antonio S, Ascensión, Aur, Benjamín, Elizabeth, Ignacio, Javier R, Laura, Luis Julio, Nieve y yo misma, Rosmar. Todos fuimos a dar con nuestros, más que huesos, (carnes) tras las rejas.
Alguno habrá que diga que exagero, que sólo fueron unas horas lo que duró nuestro encierro y que fuimos bien tratados, no lo niego, incluso nos dieron a comer lo que tenían: Curanto calentito, cacahuetes, choritos (*), gambas, ñoras, papas y algunas “facturas” , que en principio y sólo por el nombre, ninguno de los españoles, quiso pedir, después cuando las vimos, no dejamos ni una. Tampoco nos atrevíamos a comer calamares ni pulpo, por si se trataba de algún primo directo o del propio Paul, (d.e.p.), por entonces estaba vivo y no queríamos ser acusados de “pulpicidio”, bastantes acusaciones teníamos ya en contra nuestra.
Cada uno de nosotros llevábamos un elemento extra, algunos de ellos, bastante inútiles por cierto. Nieve, nuestra guía, llevó un diario para anotar los sucesos. Aur cargó con una pequeña alfombra que le había regalado un primo tuareg. Antonio llevó unas raquetas de tenis, pero se olvidó las pelotas. Ana R. quería llevarse un saco de arroz valenciano, pero tuvo que dejarlo en el aeropuerto, así que aprovechó la tela del saco para pintar junto a Liza que llevaba pinceles y pinturas. Ignacio cargó con una novela de terror de seiscientas páginas. Luis J. se puso unos anteojos que acababa de comprar; bifocales, progresivos, antirreflexivos a la luz, etc., un último modelo en gafas. Laura llevaba también un último modelo, en este caso, de máquina fotográfica.
Benjamín se encaprichó llevar un patinete que iba a regalar a un sobrino. Aún más insólito fue lo que se llevó Javier, (todavía utilizaba su segundo nombre), hablando en román paladino, no sé si calificarlo de absurdo, a él, no; al elemento. Se llevó una enorme hoja de parra que plastificó para que no se quebrara al secarse, según confesó era para recordar los ricos “caldos” de su tierra. ¡Vaya usted a saber por qué!.
Ascensión, dijo, que sólo se iba a llevar su sonrisa y buena memoria para contar chistes y leyendas amenizando las noches junto a la hoguera. Era extraño, su equipaje era de los que más pesaban y tuvo que pagar por sobrepeso un kg., justo lo que pesaba el frasco de miel de la Alcarria, que había olvidado en su maleta después de haberlo recibido como premio en un certamen poético. Por último, mi objeto fue un sombrero, todos pensaron que era para protegerme del sol y la lluvia, ¡error!, dentro llevaba una pequeña brújula. Si no, ¿de qué iba a saber yo dónde estaba el norte y el sur, cuando tuve que viajar en la alfombra con Aur?. Menos mal, que sujeté el sombrero con ambas manos, ahora sé que en el Paine (que significa azul, en lengua tehuelche) los vientos son de 100 kms. hora.
Les cuento todo esto para que comprendan que nuestros objetos no eran demasiado prácticos para un viaje que, como luego quedó demostrado, era peligroso.
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(*) Curanto: cocido gallego.
(*) Choritos: mejillones.
(*) Ñoras: pimientos rojos, secos.
(*) Papas: patatas
(*) Facturas: bollos dulces en forma de media luna.

Rosa del Aire (R.J.M./ 3.11.2010)

1 comentario:

Julie Sopetrán dijo...

Hola Rosa, imagino que habéis estado en algún viaje y ya veo los resultados, aunque no conozco detalles el párrafo está muy bueno.